sábado, julio 30, 2005
La Telemirilla
Esto de vivir en los árboles tiene la ventaja de que cuando pisas tierra firme muchas cosas te parecen novedosas y hasta tienen esa gracia que poseen los juguetes cuando abres el envoltorio al grito de “¿Qué hay dentro?”.
Todo esto para decir que cuando viajo no suelo dormir en moteles de carretera, así que hay ciertas cosas a las que algunos están muy acostumbrados pero que para mí tienen esa gracia, como decía antes, de “la primera vez”.
Y por fin llego donde quería llegar. ¡Atención al dispositivo de seguridad que tenía un motel instalado en la puerta de la habitación! No era la clásica mirilla, que está ya muy anticuada, ni tampoco la moderna cámara de televisión, que uno no es que se aloje en el Ritz precisamente. Era una mezcla de ambas.... la podríamos llamar: la telemirilla.
La cosa tiene su gracia. Te alejas un metro y ves, con una calidad borrosa, a todo el que pasa, como si fuera una especie de puerta a un mundo un tanto difuso, donde parece que pueblan sombras y fantasmas más que seres humanos de carne y hueso. De hecho, si apagas todas las luces, es muy parecido a aquello de la cámara oscura, la predecesora de la cámara de fotos y de la cual sus orígenes se remontan a más de 2.500 años.
Así, que con estas diversiones, ¿quién necesita de la siempre aburrida televisión australiana?
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