lunes, noviembre 28, 2005

 

¡Rayos! Este tiempo está loco


Hay un dicho muy conocido por aquí que se refiere a la inestabilidad del tiempo en Melbourne: "¡Cuatro estaciones en un sólo día!"

En Sydney, sin embargo, no llegamos a tanto. En invierno, por ejemplo, el tiempo es bastante estable, con días azules y algún periodo de lluvias (aunque no demasiadas). Pero ahora que se acerca el verano el tiempo se vuelve tan majareta e imprevisible que a menudo ni siquiera los partes meteorológicos aciertan de un día para otro.

Este sábado fue uno de esos días locos. A pesar de que la tarde anterior la ABM (la Oficina Australiana de Metereología) anunciaba un día nuboso con precipitaciones por la tarde, amaneció totalmente cubierto y lloviendo a mares.

Ante tal primaveral panorama en un sábado por la mañana la verdad es que me quedé un poco chafado, peeeero...... resulta que de repente escampó y el cielo se nos mostró de un azul espléndido, subiendo el termómetro hasta temperaturas veraniegas. Así que ¡hala! ¡guarda el paraguas y coge la toallita, crema de sol y para la playa!

Ya avanzada la tarde se empezó a cubrir y por la noche pudimos disfrutar de una fenomenal tormenta acompañada de fenómenos eléctricos, que diría Maldonado.

La verdad es que era todo un placer tomarte tranquilamente un cubatita con la luz apagada mientras el cielo descargaba rayos y truenos con furia propia de un Odín con dolor de muelas. Tan frecuentes eran los rayos que no me llevó demasiado tiempo tomar la siguiente foto (pinchad para verla aumentada):



Finalmente, más tarde un aire polar rebajó la temperatura a niveles otoñales.

Ayer domingo, cuando abrí la ventana y saqué la mano para ver qué tiempo hacía me quedé helado, pero literalmente. ¡Ozú que frío! El termómetro apenas llegaba a los 15 grados, temperatura puramente invernal por estos lares.

¡Algunos hasta sacaron del armario los jerseys de lana!

Así que bueno, este fin de semana no hemos alcanzado la locura de Melbourne, pero sí que pudimos decir eso de: ¡4 estaciones en un sólo día.... y medio!


martes, noviembre 22, 2005

 

¡Nos vamos a Alemania! (es un decir)

Sorpresas te da la vida
la vida te da sorpresas, ¡ay, Dios!
Rubén Blades



Una de las buenas cosas que tiene el estar a tanta distancia de mi tierra es porque por fin puedo descansar de la intoxicación futbolística a la que la televisión me sometía antes de venirme a las antípodas: partido un día sí y al otro también y sobre todo, el tener que escuchar las interesantes declaraciones de los futbolistas ("el fúrbol es asín", "lo importante es que gane el equipo", "yo lo que diga el Míster".... etc...)durante más de la mitad de los informativos, todos los días, fueran de la cadena que fueran.

Así que cuando me subí al avión que me traería a mi nuevo hogar pensé, bueno, todo eso se queda atrás. !Pues no del todo! Para empezar, la cosa no comenzó demasiado bien, pues en el avión, y eso que era de Qantas y volaba desde Frankfurt, en la programación de sus televisiones tenían un extenso documental sobre la historia del Real Madrid, que no vi, pero me hizo presagiar que la sombra del fútbol es alargada y se extiende más de lo que creía.

Pero una vez instalado en el país comprobé que aquí lo que prima es el rugby y el cricket, y además si vives en Melbourne y alrededores, el fútbol australiano (ya sabeis, la version bruta del balompié), así que respiré tranquilo.

Hasta el pasado miércoles.

Para empezar, la vuelta a casa en el tren fue más apretada que de costumbre porque había bastante gente con camisetas amarillas. Entonces recordé que Australia jugaba esa misma tarde contra Uruguay su pase al Mundial del 2006 en Alemania. En la ida perdieron 1-0 en Montevideo, así que sinceramente no le daba yo muchas opciones a los socceroos, que es como aquí llaman a su selección nacional, mezclando soccer (fútbol para los americanos y australianos) y -roo (como llaman aquí a los canguros, diminutivo de kangaroo).

Pero bueno, a lo que íbamos.

Estaba yo en un hotel (aquí la mayoría de los hoteles son sencillamente, pubs) celebrando el cumpleaños de un compañero de trabajo cuando la gente se empezó a congregar frente a la pantalla gigante. Nosotros estábamos de cena (muchos pubs-hoteles sirven cenas) a unos metros de distancia pero de espaldas a la pantalla, así que sólo sentíamos que cada vez había más gente (pero sin exagerar, tampoco nada parecido a un Real Madrid - Barcelona) y el ambiente se iba animando por momentos.

Los primeros gritos de histeria llegaron cuando los australianos marcaron el primer gol, así que como la cosa se iba animando muchos compañeros de mesa nos fuimos a ver la prórroga.

Supongo que una de las gracias del fútbol es sentirse identificado con un equipo, así que yo me decanté por los de casa, aunque la verdad no era fácil. No conocía a ningún jugador, y los uruguayos tenían nombres que por lo menos eran familiares. Entonces sacaron una imagen del entrenador. ¡La leche! ¡Pero si es Guus Hiddink, el ex-entrenador del Valencia y del Real Madrid! Ah... eso lo cambia todo: ¡Australia, Australia!

La cosa estaba calentita y se puso al rojo vivo cuando se llegó al final de la prórroga sin goles, lo cual quería decir que ambos equipos se jugaban su suerte en la tanda de penalties.

Los allí presentes se mordían las uñas, salvo un compañero neozelandés, el cual no se le veía muy emocionado con aquello. Entonces, primer disparo de los australianos..... gool!! Primer disparo de los uruguayos..... parada de NUESTRO guardameta!!!

En ese momento mi compañero Tom me miró totalmente eufórico (y, por cierto, bastante mamado también) y me dijo una frase que es mejor no traducir:

What the fuck! We might do it!

Poco después un jugador australiano tiró un balón fuera, lo cual puso las cosas empatadas. Llegamos al quinto lanzamiento e incoscientemente un nombre vino a mi mente: Zubizarreta. ¡Qué portero más seguro y elegante! y.... ¡lo malo que era con los penaltis!. Qué tiempos aquellos en los que en los penalties no había emoción ninguna (España SIEMPRE la cagaba).

Pero aquí estaba yo, enfrente de una pantalla gigante esperando que el jugador uruguayo lanzase su balón, el cuarto de su tanda.

Chuta y.......... ¡paradaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAaaaa!!

Ahora todo el peso estaba en las botas de John Aloisi, jugador que me dijeron del.... ¡ahiva Patxi! !del Alavés! (confieso que tardé un rato en enterarme que "Alvis" era Alavés, aunque fue mucho más rápido que cuando en otra ocasión me hablaron del "vidis", que resulto ser el "Betis").

Aquí va Aloisiiiiiiiiiiiiiii.... GggGGGgggOOoooOOOOOOl!!!

El estadio explotó de alegría y en el bar los australianos hasta se permitían medio abrazarse (sin pasarse, que mucho tiene que pasar para que estos sajones rompan la norma sagrada del no contacto físico ¿eh?) y yo, bueno, pues contento por... ¡pues no lo sé muy bien!

De todos modos, viendo que los australianos, solo se clasifican para un mundial cuando se juega en Alemania (la última vez fue en 1974), creo que de momento, en los informativos de por aquí seguire escuchando....

¡¡El cricket es asiNNNN!!!


jueves, noviembre 10, 2005

 

Sydney to Gong


La marcha ciclista Sydney to Gong es un evento con cierta solera en este país. Lo organiza una organización benéfica de afectados por la multiesclerosis y pone encima del sillín cada año a miles de participantes para recorrer los casi 90 kilómetros de distancia entre Sydney y Wollongong (más conocida como Gong, los aussies tienden a acortarlo todo).

La primera cosa que me llamó la atención es que tienes que pagar por participar, y no poco, sobre unos 30 euros. La segunda es que la gente aquí no sólo los paga gustosamente sino que además piden libritos de donaciones para recaudar dinero por su cuenta y entregarlo a MS, la entidad organizadora del evento.

Este tipo de eventos para causas benéficas se repite durante todo el año y la gente acude en masa. Al City to Surf, la carrera urbana más popular de Sydney (14 Km) acuden familias enteras, y mucha gente se disfraza. También interesante es el Oxfam Trailwalker, pues se trata de hacer 100 Km andando por senderos dentro de el área urbana de Sydney, cosa posible gracias a la enorme cantidad de parques naturales que están incrustados en la ciudad.

Otr característica muy australiana es que, para causar menos trastorno al tráfico, estos y otros eventos deportivos suelen empezar a unas horas bastante intempestivas para el ibérico común. ¡En el Sydney to Gong los primeros ciclistas salieron a las 6.30 de la mañana!

Como me habían asignado como horario de salida las 7.30, llegué un poco antes junto con mis compañeros de escudería (Kangutja y El Magro) y el ambiente ya era estupendo. Por el Sydney Park deambulaban tranquilamente centenares de ciclistas estirando músculos o apurando un plátano antes de pasar bajo la pancarta que marcaba el inicio. Entre los miles de maillots, algunos conocidos como los del Kelme, Once, Mapei y varios del Banesto, algunos incluso con referencias a Miguel Indurain.

Por cierto, hay que decir que había 3 circuitos, uno de 54 Km liso, el íntegro de 88 Km (que es el que mis piernas y mi trasero estoicamente soportaron) y otro, con salida más adelante, que sólo hacía los últimos 52 Km, los más bonitos, por estar la mayoría dentro de un parque nacional.

Según llegabas te ponías el dorsal y tras acudir a que te sellaran tu tarjeta de participación podías tomar la salida cuando quisieras. De este modo, los al menos 7000 participantes salieron en un chorro continuo durante al menos hora y media, lo cual facilitaba mucho el pedaleo y evitaba masificaciones en los puntos de parada.

A las afueras de Sydney, en un parquecito, estaba la llamada Parada del Té Matutino, en el cual te daban gratis café o té, una magadalena (tamaño australiano, es decir, como un puño de grandes) y mientras te tirabas por el cesped, una banda de música amenizaba, con más ganas que resultados, con una curiosa mezcla de rock and roll y swing.

Pero desde luego, lo mejor vino a mitad de la carrera, cuando entramos en el Royal National Park por una carretera que cortaron para la ocasión. En la entrada del parque paraban a la gente para que descendiera el siguiente tramo, estrecho y serpenteante, en pequeños grupos, lo cual te daba la posibilidad de lanzarte a lo Perico Delgado a sabiendas de que no te empotrarías con nadie. Una gozada.

Luego, claro... lo que bajamos hubo que subirlo, pero todo tuvo su recompensa, pues la cima del primer repecho era un mirador en el que se veía toda la costa y la industrial Wollongong al fondo; ciudad que no nos vería llegar, puesto que por motivo de unas obras en la carretera, la edición de este año retornaba excepcionalmente de nuevo a Sydney.

Pero era una delicia tomarte el bocadillo a lado del acantilado mientras parapentistas trataban de emular el esbelto vuelo de los pelicanos.

Así, tras el enésimo bocata de nutella (creo que algunos sólo participan para ponerse tibios con nutella y tubos de leche condensada) atacamos el último repecho y volvimos por la autopista hacia el Waratah Park de Sutherland, donde, para hacer bueno el lema de la marcha, nos esperaba un auténtico... ¡GONG! ¡con su baqueta y todo! Estaba a libre disposición para el que quisiera probar sus habilidades musicales, cosa que hice gustosamente, aunque por las caras de los allí presentes parece que no valgo para tañidor en un monasterio budista.

Finalmente, debido sin duda a la concentración de sangre en ls piernas en detrimento del cerebro, yo ingenuamente esperaba que en el parque hubiera chiringuitos de cerveza, música pachanguera, barracas de feria, críos dando la tabarra... en fin todo lo que se necesita para montar una buena FIESTA y culminar el día, pero......

....amigos, esto es Australia. Había algunos stands de los organizadores vendiendo merchandising y alguno privado (hay empresas, recuerdo en concreto un banco, en las que la participación es bastante alta), también un escenario donde me dijeron que a mediodía tocó la banda que estaba en la Parada del Té Matutino y.... ¡nada más!

La gente estiraba las piernas y ¡hala, a casita!.

Sin bien a esas alturas no estaba el cuerpo para muchas, ¡hombre, lo que hubiera dado yo por una cerveza bien fresquita!


jueves, noviembre 03, 2005

 

Australia paralizada


Si antes de venir a Sydney me hubieran preguntado qué evento podría detener el pulso de una nación como Australia hubiera respondido que algo relacionado con el rugby. Si me lo hubieran preguntado apenas una semana después de instalarme, hubiera dicho que quizás algún partido de cricket. Tardé casi un año en saber que el país entero deja lo que esté haciendo en ese momento y se dirige al pub más cercano casi en estampida el primer martes de noviembre, a las 3 de la tarde, para contemplar... ¡una carrera de caballos!

Y es que ese día los australianos pueden gozar de algo de lo que prácticamente el resto del mundo disfruta varias veces al año: ¡una tradición!

La carrera de caballos conocida como Melbourne Cup (oficialmente Emirates Melbourne Cup) se celebró por primera vez en 1861, y desde entonces se ha seguido celebrando ininterrumpidamente, haya llovido, hecho sol o estuvieran los japoneses lanzando torpedos en el Pacífico. Es algo que ya pertenece a la pequeña historia de este país y que crece cada día, y si en su primera edición fue seguida por 4000 personas, el pasado martes más de 130.000 se desplazaron al hipódromo Flemington de Melbourne para ver la carrera.

Bueno, ¿sólo para verla? No exactamente. Tan importante como la carrera en sí es el paripé social que se monta en torno a ella. Las mujeres visten traje largo y casi por obligación llevan uno de los inventos que particularmente más me horripilan: ¡las pamelas! Y es que la sociedad australiana nunca se ha distinguido precisamente por su glamour. Esto se ve en la calle todos los días y precisamente es una de las cosas que más me gustan de este país, pero supongo que un día al año les gusta es emular a la madre patria y a las carreras de Ascot. De hecho, en Sydney muchas chicas esa tarde se ponen también de largo y se enfundan pamelas, lo cual da a la ciudad un ambiente festivo muy especial. Sobre todo por el hecho de que muchos de los que ven la carrera no vuelven a trabajar y siguen de fiesta.



Desde luego, es un día para estar en Sydney. Para empezar, en el trabajo se hacen porras de 2 ó 5 dólares dónde participa todo el mundo, en las cuales eliges tu caballo al azar. Luego cerca de las 3 se baja al pub. Este año el ambiente estaba especialmente animado. La gente gritaba y chillaba en la carrera, algo inusual en los siempre comedidos aussies (no hablo de británicos e irlandeses, ¡eh!), sobre todo en la recta final, cuando Makybe Diva, la yegua ganadora, hizo historia al ganar por tercera vez consecutiva la carrera. ¡Y encima el equino es australiano! Así que la Diva pasará a los libros de historia de este país junto a Phar Lap, el caballo prodigioso de los años 30, cuyo enorme corazón se encuentra en el National Museum of Australia, en Canberra. Y es que a falta de héroes de dos piernas, ¡buenos son los de cuatro!

¡Ah! como nota curiosa decir que la supermodelo inglesa Jean Shrimpton levantó una buena polvareda en 1965 en el mismo hipódromo porque apareció en una carrera celebrada unos días antes de la Melbourne Cup, pero encuadrada dentro de la semana de "glamour" de la misma, incumpliendo todas las normas sociales al respecto: sin guantes, sin sombrero, sin medias...... y la puntilla: ¡en minifalda!!!!!

Fue la primera vez que en la isla veían una falda por encima de las rodillas y aquello fue el acabose. Se armó tanto revuelo que tres días después, en la Melbourne Cup, sus patrocinadores la vistieron modosita para calmar los ánimos.

Y es que en aquella época Australia estaba a mucho más de 20.000 kilómetros de distancia de Londres.


martes, noviembre 01, 2005

 

¡Qué casualidad!


Me comenta María, hada madrina y además turista on line, que unos días antes de mi post la columnista Elvira Lindo escribío (entre otras cosas) de lo mismo que yo (entre otras cosas) en el anterior post: cortinas y antifaces.

Esta es la parte del texto donde la autora de Manolito Gafotas aborda tan delicado tema:

(...)Suena el teléfono. Yo ya estaba despierta porque los americanos, que no tienen sensibilidad (son pioneros y tienen los sentidos de cartón), no ponen cortinas en las ventanas, sólo laminillas de plástico, que quedan muy cinematográficas pero dejan que el sol salvaje americano se cuele desde las siete y te saque a patadas del sueño. A veces, en la desesperación, colgamos una toalla con dos trozos de esparadrapo, pero entonces nos sentimos un poco tardohippies y nos deprimimos. A veces echamos mano de los antifaces de Iberia. Es curioso, siempre habíamos creído que el antifaz era un toque sofisticado de Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany's, ahora entendemos que era un detalle realista. Pero a nosotros los antifaces de Iberia nos hacen daño, se nos marca la gomilla en las sienes. No quisiera convertir este artículo en un cúmulo de reivindicaciones, ya sé que yo estoy sólo para distraerles del problema maragallesco; pero quisiera que esta columna sirviera para que los fabricantes de antifaces de Iberia hicieran, por favor se lo pido, un poco más grandes las gomas (me refiero a las del antifaz), porque a las criaturas al cabo de seis horas se nos corta el riego y es una pena dado que trabajamos con el intelecto.(...)


El texto completo está AQUÍ.

Por cierto, mi antifaz, como no podía ser de otra manera, es "marca" Qantas, la compañía aerea australiana, y tiene dos gomitas que a mí no apretan demasiado, sobre todo porque una se ha roto, hecho que por cierto me intriga bastante.... ¿me crecerá la cabeza por las noches cuando sueño? ¿O será sólo según que sueños?


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