lunes, julio 18, 2005

 

Nambucca Heads



El viajar es un placer que nos suele suceder….
(Gaby, Fofo y Miliki)




Bueno, pues lo prometido es deuda, aquí van mis primeras impresiones de este viaje de una semana que ha puesto a este koala hacia el norte, en busca de un sol que le recordase, aunque sólo sea por asomo, al sol ibérico que está torrando la península por estas fechas.

(Nota: Pinchad sobre las fotos para verlas más grandes)

- Distancias
En este país la concepción distancia-tiempo cuando se viaja por carretera cambia del concepto europeo, donde, en un viaje largo, una media de 100km/h es bastante aceptable. Aquí las guías turísticas ya te avisan de que calcules una media de 80km/h y yo añadiría.... ¡¡y da gracias!! Las carreteras que comunican las grandes ciudades, aunque llamadas highways, no siempre se parecen a eso que estamos acostumbrados a llamar autopista por otros parajes. De hecho, sólo una mínima parte es de verdadera autopista. El resto, es carretera nacional, provincial, o ¡hasta comarcal!

Pero no vamos a empezar a quejarnos tan pronto. En realidad, lo que hay que hacer es relajarse y dejarse llevar por la tranquilidad australiana. En una palabra: viajar sin prisas, y sin un determinado rumbo fijo.

De hecho, así deben hacerlo la mayoría, porque si no, no me explico un reclamo que había al borde de la carretera diciendo: “Visite el valle de nosequé, está a tan sólo 90 minutos de aquí”. Vaya, esto sí que es dar un rodeíto.

- Primera parada: Nambucca Heads

Este pintoresco pueblo (6500 habitantes) está situado a unos 400 kilómetros al norte de Sydney, en la costa, en la desembocadura de un río, y a parte de estirar las piernas y disfrutar de la auténtica cocina australiana (dinkum significa auténtico),permite al viajero, si está en la temporada adecuada, el noble arte de contemplar ballenas.

La verdad es que aunque uno haya visto la típica orca de los acuarios, ver ballenas en libertad es toda una experiencia. Viajan en grupo desde la Antártida entre Junio y Julio hacia el norte de Australia y luego bajan de nuevo entre Octubre y Noviembre. No viajan demasiado lejos de la costa, así que con unos prismáticos uno se lo puede pasar pipa viendo como saltan y retozan estos enormes mamíferos.

Otra opción (esta ya de pago) es unirte a uno de los barcos que viven precisamente de esto, de llevar a los turistas cerca de las ballenas. Afortunadamente no van directos a molestarlas, sino que lo que hacen es acercarse por detrás primero y luego navegar paralelos al rumbo de los cetáceos. Y como estos son muy curiosos (hasta el punto en que uno se pregunta quién mira a quién) muchas veces estos se acercan hasta los barcos y en algunas ocasiones ¡se dejan hasta tocar!

No he tenido la ocasión de embarcarme en uno de estos tours, pero todo el mundo dice que realmente merece la pena.

Como mi cámara tiene un zoom más bien escaso, os ilustro mis palabras con esta secuencia sacada de Internet.





Pero a parte de las ballenas, la localidad de Nambucca Heads se distingue por ser una de las pocas que alientan los graffitis. Bueno, no exactamente. Hicieron un malecón hace unos años con un montón de rocas para proteger la pared del mar, y para dar colorido al asunto, piden a los visitantes que las pinten como mejor quieran. De hecho, en los alojamientos de la zona te suelen dar pinturas para que vayas a poner tu impronta en el granito.Lo curioso es que uno esperaría algo más gamberro de todo esto, pero como los australianos y sus visitantes son gente muy civilizada, resulta que las rocas están llenas de declaraciones de amor, de fechas de luna de miel, y de recuerdos de vacaciones bajo el sol.


Uno, que es malpensado por naturaleza, se pregunta si de verdad son todos los artistas tan comedidos y si no existirá una brigada de brocha gorda que camufle el arte políticamente incorrecto rellenando penes y exabruptos con delfines y palmeras.

En el río que yace junto al pueblo (el Nambucca, que estos australianos tampoco se distinguen por sus ganas de complicarse con muchos nombres distintos) pudimos ver delfines que prestos se dirigían al mar y a estos retozones pelícanos, los cuales estarían a la espera de pescadores que les llenen el buche, pues desde que descubrieron que los pescadores, al regresar de la faena, limpian el pescado y no saben qué hacer con el resto, no pescan ni por aburrimiento.



¿No me creeéis?, aquí va esta foto tomada hace ya un tiempo.




Comments:
!Anda¡, que no son listos los bichos.

Algo parecido pasa en Gijón, en el restaurante "El Planeta" de Cimadevilla,las gaviotas entran por la ventana de la cocina y roban el pescado. Es todo un espectaculo verlas salir con el pescado en el pico.
 
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