miércoles, julio 06, 2005

 

Una de reuniones


Hoy tenía pensado escribiros de otra cosa, pero lo que me acaba de pasar merece ser contado ahora que los hechos están frescos.

Imaginad: Sydney, sala de reuniones de una empresa. Siete empleados se reúnen para discutir con el jefe el proyecto en el que están trabajando. Ocho personas, pues, hablando en una mesa redonda de cosas técnicas muy aburridas. Hasta aquí todo normal, pero es que a mitad de reunión, un compañero (australiano por más señas) se ha ido escurriendo en la silla hasta alcanzar una posición semi horizontal, ha cerrado los ojos y nada... ¡a relajarse!

Pero lo que más me ha chocado es que el jefe ni se ha inmutado. Bien es cierto que el chaval no tenía que aportar hoy mucho, y que tampoco ha roncado ni se le ha caído esa babilla que es signo inequívoco de una magnífica cabezada; ni siquiera ha dado el típico cabezazo de cuando uno se queda sopa en una silla y la cabeza decide lanzarse al vacío por su cuenta....

Y es que lo bueno de este país es que en general pasan bastante de las apariencias y eso tan hispano del "qué diran" y lo que quieren son resultados. Si el chaval trabaja bien, pues nada, mientras no ronque....

Claro, que me estoy imaginando la misma situación en España, con concursos de bolas de papel sobre la cabeza del durmiente, o alguna bolsa de papel estallada de súbito justo al lado de su oreja, o, si me subes de tono, fotos hechas desde algún móvil con el sujeto durmiente rodeado de una ibérica manada de peludos traseros....

Y así pasa... que en España prosperar no prosperaremos mucho, pero...

¡¡y lo bien que nos lo pasamos??


Comments:
Yo fui testigo de reuniones de ese tipo en Kenia. Mi compañero y yo reunidos con el cliente. Uno de los ingenieros que no puede más, pero como allí si que le dan importancia a las apariencias, el tío muy estirado en su silla, con bolígrafo en mano e incluso sonriendo cuando surgía algún comentario gracioso. Pero los ojos cerrados y los cabezazos le delataban y hacían vanos sus esfuerzos por mantener las apariencias. Los demás, incluido su jefe, haciendo como si no se diesen cuenta. A mi compañero, que le tenía enfrente, le entra la risita floja y contagiosa y la reunión se convirtió en un infierno para nosotros. A partir de aquel día decidimos sentarnos uno al lado del otro para no vernos las caras y sobrellevarlo mejor, pues nos temíamos, como se confirmaría después, que aquel señor no iba a perdonar su 'siestecita' en las futuras reuniones.

Bueno, a ver si vuelves pronto de vacaciones, para que nos sigas contando cosas...
 
Muy bueno, esto pasa en España, y como bien dice Koalix, el cachondeo podría ser apoteosico.
 
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