martes, junio 27, 2006

 

La merendilla


Supongo que por eso de que cuando era pequeño no tenía mando a distancia, los anuncios de televisión han ejercido una influencia en mi vida que me es difícil de negar.

De hecho, todavía hoy, cuando escucho los temas de música clásica que se utilizaron para varios anuncios en mi infancia, no puedo dejar de pensar en comprar aceite Elosúa o pan Ortiz. Pero de todas las melodías (lo siento, pero no voy a llamarlas “jingles”) hay una que marcó no sólo mis gustos culinarios sino también la manera de afrontar la alimentación. ¿Adivinan a qué anuncio me refiero?

Una pista, el texto tan sólo contenía cinco palabras, que eran los cuatro componentes básicos (entonces no era obligatorio mencionar los E-nosecuantos) y el nombre del producto.

Leche, cacao, avellanas y azúcar... nocilla!

Hace años que no tengo televisión y ni siquiera sé si se sigue encontrando nocilla en los supermercados, pero este anuncio vino a mi mente en cuanto vi la publicidad de ese producto que es igual pero no es lo mismo llamado nutella, propiedad de una gran multinacional y disponible portanto a lo largo y ancho del orbe incluido las más recónditas tiendezuelas del desierto australiano.

Comparemos el anuncio de la nocilla de los años ochenta con la descripción del producto que se encuentra en la nutella del siglo XXI e imaginemos cómo sería su correspondiente anuncio.

Nocilla – En el anuncio se mostraba un vaso de cristal vacío y de repente empezaba la sintonía y sonaba la primera palabra: “Lecheeeeee”. En ese momento caía del cielo, cual maná sobre el desierto, litros de substanciosa leche, a buen seguro de hermosas vacas asturianas, todas ellas muy cuerdas.

Nutella – Leche desnatada! Empezamos bien. Ya me estoy imaginando un moderno vaso con mil brillos generados por ordenador donde caen, a partes iguales, semitransparente leche y agua de la fuente que la aligere de esa ominosa mancha llamada grasa animal.

Nocilla – El tono bajaba ligeramente y el siguiente componente era alabado: “Cacaoooo”. Entonces una lluvia de granos de cacao golpeaba tormentosamente la leche del recipiente, empezando a fundirse en un interracial abrazo.

Nutella – Sólo 7,6% de cacao. Vaya, sólo les hace falta añadir: se lo juro por lo más sagrado que yo no quería echar tanto, que se me escapó!
En nuestro anuncio, un escuálido grano diseñado por ordenador, con esas texturas artificiales que tanto gustan a los creativos, caería pausadamente sobre el líquido blanquecino que con desidia le espera en el fondo del vaso. Eso sí, al caer, gracias al Dolby Surround, el THX, o lo que sea, cada golpe resonaría con un estruendo que parecería que son las mismísimas huestes de Atila las que bajan endiabladas vaso abajo.

Nocilla – La melodía empieza un increscendo: “Avellanaaaas”, y acto seguido medio saco de tan delicioso fruto seco caía sin compasión sin que ninguna pegase en el borde y no nos quedara más remedio que admirar la habilidad del paisano que lanzaba los frutos, sin duda desde tres pisos más arriba, a juzgar por la velocidad con que caían. En este punto ya todos nos preguntábamos por el tamaño del recipiente, pues ¡a ver cómo era posible meter todo este jauja en tan modesto vaso!

Nutella – Aquí, como no se les ocurría cómo maquillar la injustificable presencia de todos los aceites vegetales de la avellana, llegamos al galimatías científico. El texto dice: “Bajo nivel de GI”, que según aclaran más abajo es un tipo de energía que vale para nosequé pero que suena como droga de diseño que te permitirá correr como un felino hasta el coche de mamá, que es lo más lejos que corren los niños hoy en día. En este punto de nuestro anuncio de fantasía el vaso se giraría noventa grados en tres dimensiones para que unas atléticas avellanas (en concreto tres) entraran dando alegres saltitos cual alegres cabaretistas bailando el can-can.

Nocilla – Finalmente la melodía alcanzaba su punto álgido y sin ningún pudor se gritaba alegremente, cual Celia Cruz enrabietada: “Azúuuuucar”. Y esto ya era el despiporre. Kilos de refinada azúcar de remolacha caían de todas direcciones hacia ese vaso sin fondo, tan enorme como nuestro apetito.

Nutella – Bueno, a este respecto corren un tupido velo y pasan a mencionar otras bondades que despisten el hecho de que para que algo sepa dulce, de una manera u otra, tiene que llevar algún azúcar, por lo tanto los creativos lanzarían su super-órdago y en las pantallas gigantes de plasma megatrónico aparecería una escuálida (que parece que es lo que hoy se lleva) y desnuda modelo sobre la cual verterían el contenido, eso sí, siempre bien seguros de que no se vea ninguna parte pudenda, que eso del alegre exibicionismo de los anuncios de Fa es cosa de tiempos tremendamente incorrectos y felizmente superados.

¿A ver quién puede superar eso, eh?

En fin, quizás si así hubiera sido el anuncio, mi madre (quién sabe si a sugerencia de mi padre), se hubiera decidido ir hacia el estante del humilde supermercado de pueblo donde se avituallaba nuestra familia y hubiera traído a casa ese oro para nuestro infantil paldar.

Pero no fue el caso, y en nuestro hogar, en vez de la sintonía del anuncio, o aquella de Siniestro Total que decía “¡Nocilla, qué merendilla!” se cantaba, para bien o para mal, otra canción:

Carne, pimentón, calabaza y tripa..... ¡¡¡morcilla!!!


Comments:
¿Alguna vez leiste la letra pequeña del bote de Nocilla? Aunque más castiza, yo no termino de creerme lo del anuncio, por espectacular que sea.
Prefiero cien veces la morcilla que, aún sin etiquetar, la he visto elavorar cienes de veces con mis propios ojos.
Un abrazo a ambos.
Better---o
 
lo de "elaborar" ha sido escurrimiento de dedo, ojo.
Better---o
 
Morcilla! ya me gustaria que me dijeran ahora eso de...
que te den morcilla.

Aqui el embutido disponible es: salami (picante o no), jamon york y pechuga de pavo. Y para de contar!!!
 
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